Gente como yo, emigrantes casuales, desarraigados de su tronco, ansiosos de intimidad y a la vez de aventuras, muchas veces sin saber a ciencia cierta porqué, intentan reunirse con otros como ellos, aparentemente moradores de un mundo de ficción, a fin de comprender el porqué de su angustia o escudriñar en sus rostros el paso de la soledad sobre su cuerpo y su mente. Igual que yo sienten entonces en su alma una profunda pena, se ven solos rodeados de compatriotas y amigos, y al contemplar ciertas situaciones ficticias, protestan, lloran y gritan, repudiando aquello que lógicamente debían amar e inclinándose hacia quienes, sin tener con ellos ninguna relación, les tienden su mano, su palabra o su cariño.
Hoy 12 de Octubre, la Virgen del Pilar para nosotros y la fiesta de la Hispanidad para los ecuatorianos, amaneció radiante. El huraño sol otoñal evaporó las nubes mostrando, después de muchos días, la agreste fisonomía del Pichincha. Los parques retomaron su viva coloración verdosa y la ciudad, como por encanto, se fue poco a poco despoblando.
Mientras avanzaba por la empinada cuesta de Guapulo, camino de la residencia del Embajador, donde se daba una recepción oficial a todos los españoles, cosquilleaba por mis venas una extraña sensación, mezcla de curiosidad, interés y porque no decirlo, gratitud para quienes, sin quizás saberlo, iban a llenar un día para mi triste y vacío.
Hoy 12 de Octubre, la Virgen del Pilar para nosotros y la fiesta de la Hispanidad para los ecuatorianos, amaneció radiante. El huraño sol otoñal evaporó las nubes mostrando, después de muchos días, la agreste fisonomía del Pichincha. Los parques retomaron su viva coloración verdosa y la ciudad, como por encanto, se fue poco a poco despoblando.
Mientras avanzaba por la empinada cuesta de Guapulo, camino de la residencia del Embajador, donde se daba una recepción oficial a todos los españoles, cosquilleaba por mis venas una extraña sensación, mezcla de curiosidad, interés y porque no decirlo, gratitud para quienes, sin quizás saberlo, iban a llenar un día para mi triste y vacío.
Que desilusión, que gran desilusión. Sobre el amplio jardín de la residencia entre cien y doscientas personas, perfectamente trajeadas, formaban una estampa colorista e inmóvil, original y fría, organizada y distante. Sin ningún recato me entremezclé entre aquella masa viva y sin embargo, ajena a mí, intentando encontrar una cara conocida, o algún grupo en el que se respirase algo de la fiesta de confraternización que se celebraba. No lo encontré.
Intenté emborracharme con el buen vino de mi tierra y oh desilusión, no había vino, whisky sí, mucho whisky, mucha cola, mucho… En fin, de todo menos de lo que yo quería, vino, pinchitos de tortilla, jamón, chorizo y un poquito de amistad.
La fría mano del embajador y su voz monótona y distante, fueron despidiendo a los invitados, cuando a mi entender, la fiesta no había empezado.
Sintiendo sobre mi cabeza los rigores del sol, sobre mis piernas la dureza de la cuesta y en mi corazón la desilusión sufrida, fui alejándome poco a poco de la residencia mientras el resto de asistentes, debidamente motorizados, se retiraban mostrándose indiferentes ante mi paso solitario y cadencioso.
Qué estupidez, qué presunción. Con qué espíritu o ante qué consignas nuestros embajadores efectúan recepciones como aquellas. A que aspiraban nuestros representantes con estas bufonadas, porque no se dedican a fomentar, favorecer y activar el trabajo de aquellos españoles reales que no asisten pero que sí forman la verdadera colonia de emigrantes.
Intenté emborracharme con el buen vino de mi tierra y oh desilusión, no había vino, whisky sí, mucho whisky, mucha cola, mucho… En fin, de todo menos de lo que yo quería, vino, pinchitos de tortilla, jamón, chorizo y un poquito de amistad.
La fría mano del embajador y su voz monótona y distante, fueron despidiendo a los invitados, cuando a mi entender, la fiesta no había empezado.
Sintiendo sobre mi cabeza los rigores del sol, sobre mis piernas la dureza de la cuesta y en mi corazón la desilusión sufrida, fui alejándome poco a poco de la residencia mientras el resto de asistentes, debidamente motorizados, se retiraban mostrándose indiferentes ante mi paso solitario y cadencioso.
Qué estupidez, qué presunción. Con qué espíritu o ante qué consignas nuestros embajadores efectúan recepciones como aquellas. A que aspiraban nuestros representantes con estas bufonadas, porque no se dedican a fomentar, favorecer y activar el trabajo de aquellos españoles reales que no asisten pero que sí forman la verdadera colonia de emigrantes.
Y no tenían vino, y no tenían vino… Esta frase repiqueteaba en mi mente mientras me dirigía a casa. En ella sí lo tenía y acompañado de mi soledad nos tomamos, mano a mano, una de mis últimas botellas.
Es triste estar solo y más cuando, bajo el efecto de los vapores etílicos, el cuerpo deja poco a poco de existir y la mente, libre de tan pesada carga, empieza a vagar en busca de los suyos, olvidándose de quienes ahora le rodean y que solo pueden darle un poco de compañía mental o carnal, pero que ni le comprenden, ni los comprende, entonces uno sueña y recuerda.
Los suyos, aunque a veces no lo entiendan, aunque le sientan frio e indiferente, son parte de él y por mucho que intente lo contrario siempre estarán en su mente, siempre los tendrá en la parte más íntima y más profunda de su corazón, siempre los querrá aunque nunca o casi nunca, lo manifieste.
Es triste estar solo y más cuando, bajo el efecto de los vapores etílicos, el cuerpo deja poco a poco de existir y la mente, libre de tan pesada carga, empieza a vagar en busca de los suyos, olvidándose de quienes ahora le rodean y que solo pueden darle un poco de compañía mental o carnal, pero que ni le comprenden, ni los comprende, entonces uno sueña y recuerda.
Los suyos, aunque a veces no lo entiendan, aunque le sientan frio e indiferente, son parte de él y por mucho que intente lo contrario siempre estarán en su mente, siempre los tendrá en la parte más íntima y más profunda de su corazón, siempre los querrá aunque nunca o casi nunca, lo manifieste.
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