jueves, 1 de julio de 2021

Adiós, hasta siempre

El alma se me pone como un río que quiere regresarse y nunca puede.
El agua que se va jamás regresa

Violeta Luna

J, mi dulce J, no sé si este será el mejor momento para escribirte, o si, tal vez, no debiera hacerlo nunca, pero me da lo mismo. Cualquier momento es bueno y este es uno más, quizás el menos apropiado, pero mi mente y mis sentidos han estado toda la mañana siguiendo las evoluciones de un montón de equipos de fútbol en el Atahualpa. Ahora, por la tarde, intentaré decirte todo lo que he venido pensando en ti, de nosotros, durante este último mes, todo lo que me hubiera gustado decirte y que se quedó en eso, en una ilusión.
Regresé a ti. El trabajo, las risas, mis “guambritas”, todo lo demás, fue, para mí, lo anecdótico, mi cortina de humo capaz de distraer la atención de quienes me rodean. Durante meses he pensado en ti, en lo que hicimos, en todos aquellos días que pasamos juntos, en tu cuerpo, en esos lugares con nombre propio: Pululahua, El Pichincha, la calle 18 de Septiembre,… Ahora, al volvernos a ver, al pasar de nuevo junto a ellos, se agolpan en mi mente. Por eso quiero irme, por eso no quiero volver a recorrer las calles de tu hermoso Quito, por eso, a determinadas horas de la mañana y de la tarde, pienso que vendrás, que como tantas otras veces tocarás en la puerta de mi casa y nos fundiremos en un solo cuerpo. Aun, hoy en día, esas horas son para ti.

Volcán Pululahua
Todo ha sido un esperar carente de sentido. Te oía, hablaba contigo, pero no te tenía. Te lo digo ahora que me he ido. Te poseí antes y te deseo ahora. Los dos sabíamos que era imposible. Mi nerviosismo, mi vagar solitario por las calles, aquel reunir a las personas, estaba condicionado por ti. Te esperaba en todos los momentos y por eso no quería estar solo.
Cuando maliciosamente sonreíste ante mis insinuaciones de que ya no me obsesionaban las mujeres, creo que no tenías razón, ambos pensábamos en cosas diferentes.
Solo contigo me he portado mal. Solo los dos sabemos que determinados días, de determinados meses, hubiera sido mejor pasarlos separados. Sin embargo, te veo feliz. Más feliz que nunca, tan guapa como siempre. Tienes en ti algo exclusivamente tuyo y yo, al contrario, arrastro un vacío que se perdurará en el tiempo, una serie de interrogantes a largo plazo, que, como en esas malas series de la televisión sudamericana, no tendrán nunca una respuesta. Me hubiera gustado hablar y hablar contigo, decirte lo que sentía, conocer tus sentimientos. “No pudo ser”. Solo a ráfagas, de forma pasajera y tumultuaria he ido sabiendo. Me doy cuenta que soy ese eslabón perdido de tu vida que lo mejor que puede hacer es desaparecer para siempre, que nunca, para tu bien, nadie te asocie conmigo.

Ahora estaré lejos. No sé cómo sabré de ti y si podré volver a escribirte hasta pasados muchos, muchos meses, pues como muy bien supondrás este correo de la fantasía tendrás que cerrarlo muy pronto al desaparecer yo en el espacio, en el tiempo. Por otros me enteraré de tu vida y luego, espero que seas tú quien reinicie nuestra comunicación. Pero dejemos esto. Como tantas veces te dije, la imaginación no tiene límites, y mi memoria es casi de elefante. En ella vivirás como algo solo mío, algo que hemos escamoteado a todos y ante lo que únicamente me dicen: “A ti te pasa algo”. Yo, rápidamente contesto eso de: “Es la altura”, “Es el cambio de continente”, “Es una mala digestión”, pero la auténtica realidad eres tú , tú que trastocaste todos mis esquemas, que destrozaste mi lógica y a quien ahora, más que nunca, me gustaría poseerte, acunarte entre mis brazos.
Cuanto he cambiado. Al llegar, hace más de dos años, conocía el mundo desde afuera, lo imaginaba, lo pintaba a mi gusto. Ahora es distinto. Mi amigo Alberto me insulta, según él y puede que tenga razón, soy un imbécil al desaprovechar cuantas ocasiones se me han presentad. Opino que no, inconscientemente me entrego por completo, la mujer es para mí siempre un ser maravilloso a la que hay que cuidar y mimar. Debo apartarme de ellas, no quiero, como a ti, hacerles daño. Por eso tu risa de ayer, algo maliciosa, tenía algo de razón. Tú eres mi pecado, mi dulce pecado, y no deseo que, por un alarde dialéctico, por un exceso de comprensión, o por esa soledad que me acompaña, pueda volver a hacer sufrir a quienes me rodean.

Mis ideas se confunden y entremezclan. Te quiero mía y no me doy cuenta de que eso es un imposible. Vivimos en galaxias diferentes, somos habitantes de mundos separados por un océano. Tú, trabajadora, hija, esposa y madre, representas el armazón impoluto de esa sociedad de la que tanto te has reído y a la que siempre te has opuesto. Yo, anómalo espécimen de esa grey de ingenieros, soy un puntal modelo de la vieja sociedad hispana gobernada por abuelas, madres, hermanas, esposas e hijas, clásica, ortodoxa y difícil de abatir. Ambos hemos mentido al mundo, hemos creado algo hermoso. Nos amamos pese a la sociedad, no nos recriminamos nada, no nos preguntamos nada, vivimos un amor exclusivamente nuestro, un amor perfecto pero que nunca, y ambos lo sabemos, será completo.
Me gustaría verte crecer, ver cómo pasan sobre ti los años, como envejeces y sin embargo, siempre te veré joven, sonriente, denuda bajo mi cuerpo. Para mí tu edad se detuvo un buen día de 1985 en el que de pronto, casi sin quererlo, nos entregamos por completo con un único beso.

Mi último viaje ha sido muy malo. Solo tú, entre ese montón de personas que, no hace mucho me consideraban su amigo, me has reconocido. Desgraciadamente ante ellas tengo que ignorarte. Por eso no quiero ir a verte, por eso me he apartado de ese gran castillo negro de cristal en el que pasas los días, por todo eso y sobre todo porque lo único que quiero recordar de mi paso por Ecuador eres tú. Tú, mi dulce e inaccesible, más lejana ahora en que voluntariamente, tal vez dejando actuar mi cabeza y amordazando para siempre mi corazón, me alejo de ti, de esa voz cálida que inocentemente me preguntaba constantemente: “¿Me pensaste ayer?”. Sí, te pensé ayer y te pensaré toda la vida. Jamás volveré a poseerte, no quiero estropear lo más hermoso y humano que he encontrado en este país.
Besos volados, caricias furtivas, recuerdos, amor, amor, amor…

1 comentario:

  1. Ese amor creó dos hermosas flores, un clavel y una rosa, dos flores germinadas en distintas latitudes, de fuerte simiente, de mezclas exóticas, perennizaron un gran amor que jamás pudo quedar en el olvido. El perfume de cada una de esas hermosas flores hace que sea vívido el resplandor que deja el halo de esos recuerdos y todo lo vivido...🤗🌹❤

    ResponderEliminar